CIUDAD DE LA COSTA (www.elcorresponsal.com.uy) Laura Schneider tuvo una exitosa carrera como modelo. Fue la protagonista de El Dirigible (1994) "un histórico intento de resurgimiento del cine uruguayo" y actuó en otros filmes en Uruguay y Brasil.
Unos 15 años atrás, ella y su pareja, el director teatral Ruben Coletto, pegaron una pequeña foto en una pared del apartamento de Montevideo en que vivían. Era una pradera con un galpón y una bañadera, y soñaban con que eso iba aparecer en sus vidas.
Ese sueño comenzó a cumplirse hace tres años, cuando se mudaron junto a sus dos hijas pequeñas (actualmente de cinco y nueve años) a una cabaña en una zona rural de Canelones y a la vez cercana al río de la Plata. Tienen un galpón que utilizan como depósito de vestuario y luces y donde ensayan, también una huerta y dan clases de teatro, yoga e inglés en la zona. "Estoy plena en esta vida que llevamos", dice.
Schneider y Coletto vivían en un apartamento "precioso para estar en ciudad, antiguo, que tiene un jardín, un laurel enorme, un nogal de un vecino del que caían nueces", sobre la calle Canelones, la que notaron comenzó a tener un tránsito muy pesado, de 17:00 a 19:00 horas "era todo sonido de bocinas y humo que subía".
"Durante un tiempo estuvieron filmando un documental en Casablanca (Paysandú) y en un momento pensaron que "podía ser ese lugar donde mudarnos" pero no lo fue. En las termas del Daymán, Schneider conoció a una mujer con que tuvo "una conexión inmediata" y que le comentó vivía en la zona donde ella vive ahora. Meses después, la visitó con su familia en dos ocasiones y vio la cabaña donde ahora vive.
¿Les gusta la cabaña? La tenemos alquilada para una familia con dos nenas, les dijo el esposo de la propietaria en la segunda visita.
Ah, ...solo atinaron a responder, cuando ya habían esbozado en sus pensamientos la idea de ir a hacer algo allí.
Son ustedes, les dijo el hombre.
Ellos quedaron pensativos y cuando llegaron a Montevideo se dijeron que ese era el lugar donde vivir y allí partieron con sus dos pequeñas hijas. "El crecimiento personal se vio potenciado muchísimo", dice Schneider. "La conexión con la naturaleza nos dio una revalorización de todos los animalitos que hay por acá. Además, el no recibir mensualidades te hace responsable permanentemente de las cosas que estás teniendo ahora y no es que mañana comprás otra. Hay que cuidar lo que uno tiene, arreglarlo, protegerlo lo más posible sin flagelarse".
A poquitos metros de la cabaña hay un galpón que es depósito y lugar de ensayos. El año que llegaron hicieron allí la obra Pianito, director de directores, que homenajeó al director de murga Cipriano Castro y que interpretó su hijo. "Abrimos todas las puertas, sacamos los cachivaches para afuera y se llenó", recuerda Schneider. "Lo mantenemos como un laboratorio personal, que nos hace muy bien, porque es un desenchufe de las tareas hogareñas", dice.
Ella siente que lo prioritario "es mi hogar y trabajar con Ruben en proyectos desde hace tiempo". Uno de esos proyectos que concretaron es la obra de teatro Asuntos de Familia, que estuvo en cartel en Atlántida durante el verano, luego con funciones en La Floresta y Tala, proyectan nuevas funciones en Minas, Salto y tienen invitaciones para hacerla en Argentina. "Está funcionando bárbaro y toda la familia está abocada a la obra", comenta.
En una camioneta trasladan la utilería y los focos si son necesarios "y podemos armar una buena función en cualquier lugar que no haya escenario. Se puede jugar a la cajita feliz del teatro y además funciona". A esto suman la obra Rescatate, que dirige Coletto, que pasó las mil funciones y sigue en cartel con gran concurrencia de público en el teatro La Candela. Además trabajan en la comunidad con clases de yoga, inglés y talleres de teatro.
"Ahora también está apareciendo la comida, cocinar desde el amor y el disfrute y no desde las obligaciones".
APRENDIZAJE.
El mudarse a una zona rural implica aprendizajes constantes para Laura y su familia, también decisiones de cómo vivir allí, cómo cortar leña con hacha y no con motosierra y cortar el pasto con hoz para no quitar especies que están creciendo y les gustan. "Aprendimos que la naturaleza es abundante y si la tratás bien ella te devuelve multiplicado por mil, por lo que no te puede faltar nada", expresa.
"Trabajar desde el amor y sin presión es muy placentero, claro que por ahí no tenés cosas súper caras, pero te vienen otras. Tampoco necesitás tanto me parece. Nos sentimos bien y no es que no pensemos en la parte económico, las pensamos y las procuramos, pero no estamos en venta y esa no es la prioridad", dice Schneider y sonríe, mientras sus hijas juegan bajo unos árboles.
"No quería hacer El Dirigible, era demasiado"
Laura Schneider fue la protagonista de El Dirigible (1994)), la primera película uruguaya presentada en el Festival de Cannes, que tuvo críticas dispares y escenas de indudable belleza cinematográfica.
"Yo no quería hacer El Dirigible, era demasiado y fueron insistentes para que me presentara al casting e hiciera la prueba con (el director Pablo) Dotta. Pero después que me metí, me sentí muy involucrada, hasta demasiado, porque luego te cuesta salir de esa historia, de ese tiempo muy intenso", sostiene. Agrega que cuando se hace cine "te involucrás mucho y es muy condensado todo. Me costó muchísimo salir porque tampoco tenía el oficio de actriz, no tenía ese entrenamiento".
A esa película le siguieron participaciones en Otario, La memoria de Blas Cuadra, Estrella del Sur y en la brasileña Netto Perde Sua Alma (en la que personificó a María Escayola, la hermana de Carlos Escayola, el presunto padre de Carlos Gardel).
Tras El Dirigible pensó en ingresar a la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD), que tenía una exigencia horaria diaria importante, pero nació su primer hija y decidió esperar a que creciera un poco. Optó por seguir aprendiendo "de forma autodidacta, buscar talleres y directores que me interesaran, trabajar la danza, el cuerpo y la voz. Traté de llenarme de cosas y pulir otras, siempre guiándome por un instinto".
Desde que Laura se mudó con su familia a una cabaña, la música comenzó a tomar un protagonismo muy fuerte. "Nos sentimos músicos pero no nos decimos así ante la gente porque no tenemos esa experiencia y oficio. La música nos acompaña casi todo el día, capaz que es la conexión con estar acá, no tener televisión, escuchar solo algún programa infantil en radio que a las gordas les gusta". Tienen piano, tres tambores, acordeón a piano, campanitas, birimbao, tumbadoras, violín, xilofón de cañas, y les gusta "cantar, sacar para afuera sin estar apretado porque te va a escuchar el vecino".
"El Modelaje tiene una edad"
Inició su carrera de modelo publicitaria a los 16 años y a los 19 comenzó a desfilar. Destacó rápidamente: quería viajar y ese trabajo le dio la posibilidad de hacerlo, primero a algunos lugares cercanos y a los 21 años a Nueva York. Allí, además de modelo, trabajó en un restaurante. "Mejoré mi inglés que siempre me había gustado muchísimo y estuvo el tema de valerme por mí misma", recuerda.
"Conocí muchos fotógrafos y formas muy copadas de trabajar hasta que no quise quedarme ahí. Llegó un momento en que me sentí muy triste, era muy vacío, te sentías muy boba preocupada todo el tiempo por la apariencia", afirma. Considera que el modelaje "es como un juego que tiene una edad; el teatro y el periodismo también lo son pero sin límite de edad." "Está bueno jugarlo bien y sentirse apasionado por lo que se hace, en ese momento me sentía así y era divertido, cuando dejó de serlo, corté y me volví a Uruguay". EL PAIS Eduardo Delgado CIUDADES/SEGUNDA SECCION 15/06/2015 Página 1