Tras las huellas de Susana Soca
SOCA (2012) por Lourdes García. La ciudad de Soca del departamento de Canelones tenia en la década del 1900, unos 250 habitantes. Aun era iluminada por faroles. Fue en 1928 cuando se denominó a esta población Francisco Soca, pasando a ser ciudad en 1971.
La poeta Susana Soca nació en Montevideo en 1906, como hija del Dr Francisco Soca y de Luisa Blanco. Durante su niñez recibió esmerada educación y el conocimiento de idiomas que practicaba porque diversas personalidades visitaban su casa familiar. La relación con su madre es tormentosa aun así se traslada a vivir con ella en Paris por el lapso de diez años. Edita una revista cultural que aparece en Paris en 1947.
En ella publica textos de Juan Carlos Onetti estableciendo un puente entre dos culturas (la americana y la europea). Retorna a Montevideo en 1948 y manda construir una capilla en la ciudad de Soca en honor a su padre y para pedir por la salud de un amigo a la Virgen del Lourdes viaja a Paris.
El 11 de enero de 1959 –durante el viaje de regreso el avión se estrella en la bahía de Guanabara (Río de Janeiro) y se incendia. Se dice que Susana Soca era elegante, discreta, compasiva y generosa pero que también presintió su trágico final. Le confió sus escritos a Guido Castillo pidiéndole que los publicara, solo en caso de que le ocurriese algo.
Guido Castillo cumplió publicándolos luego de que falleciera su autora, con los títulos de “En un país de la memoria” y “Noche Cerrada”.
Juan Carlos Onetti quien le dedicara su novela “Juntacadáveres” dijo de ella “era pequeña, nerviosa. Más hecha que yo para habitar un mundo de silencio. En un principio era…un fantasma lejano.
Otro gran escritor Jorge Luis Borges escribió acerca de Susana Soca: “Con lento amor miraba los dispersos Colores de la tarde. Le placía Perderse en la compleja melodía O en la curiosa vida de los versos.
No el rojo elemental sino los grises Hilaron su destino delicado, Hecho a discriminar y ejercitado
En la vacilación y en los matices. Sin atreverse a hollar este perplejo Laberinto, atisbaba desde afuera Las formas, el tumulto y la carrera.
Como aquella otra dama del espejo. Dioses que moran más allá del ruego La abandonaron a ese tigre, el fuego”
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