Presentaron libro acerca de la vida de Miguel Jaureguiberry
JAUREGUIBERRY (4002) por Silos Piedra Cueva Azpíroz. piedramo@adinet.com.uy. En el local del Yacht Club, ubicado en las orillas del Solís Grande, fue presentado el libro biográfico de Miguel Jaureguiberry Tierras Vírgenes, desafío pare el impulso sin frenos.
Numerosos asistentes, entre vecinos e invitados de lugares distantes, colmaron el gran salón y prestigiaron el homenaje al fundador del Parque Balneario Jaureguiberry.
El libro “Tierras Vírgenes, desafío para el impulso sin frenos” basado en la vida de Miguel Jaureguiberry rescatar a la personalidad del creador de la forestación del balneario homónimo, que aún late a 60 años después de su muerte.
Los presentadores del libro, Oscar Padrón Favre y Silos Piedra Cueva Azpiroz, autor del libro, obtuvieron información del prohombre canario de los archivos oficiales y de la memoria de residentes antiguos.
Miguel Jaureguiberry fue escritor y documentalista. Editó catorce documentos, entre folletos y libros, siendo indispensable explicar el encuadre histórico
Un hombre sabio, madurado en andanzas por todo el interior, en tiempos de ferrocarril y recorridos a caballo, realizó la tarea ciclópea de derrotar un desierto de arena. Un antiguo vecino, Leopoldo Salsamendi, definió al anciano Jaureguiberry como “domador de las arenas”.
Miguel batalló durante 45 años para vencer la rusticidad en costumbres y en recursos e instalar una de las más grandes obras públicas. Tuvo la voluntad de los pioneros y los conocimientos del científico. Sus fatigas acumuladas durante 60 años fueron ignoradas con la indiferencia habitual en la capital política del Uruguay.
Todavía desafiante a los 74 años, Jaureguiberry burló la indiferencia de la dirigencia política que guarda paralelismo con el descuido de los historiadores, respecto de su persona y obra.
El libro “Tierras Vírgenes, desafío para el impulso sin frenos”, pone en escena a una personalidad olvidada Miguel Jaureguiberry.
Virtudes superiores hicieron posible la hazaña pues con su capacidad de liderazgo para atraer a obreros -curtidos en la vida rural y acamparlos dentro del pequeño monte criollo ribereño a la costa de mar, en rústicas cabañas de juncos. Hicieron almácigos y viveros, combatiendo las hormigas y aves depredadoras, para poder trasladar los plantines ya altos, a las arenas, asegurando la supervivencia de las plantas, utilizando para eso carretas tiradas por bueyes.
El bote y su botero, eran entonces los únicos medios de enlace con la gente de la otra margen del Solís Grande, unida a Montevideo por el ferrocarril.
Surgió un parque fresco producido con ingenio, realzado con un túnel verde (filas de acacias entrelazadas) construido en pocos años. El culto al árbol y la vocación comunitaria para crear una cultura naturalista y asociativa, se tradujo en buena salud y en capacidad para luchar por la sobrevivencia en condiciones elementales.
Se obtenía el alimento en el propio río, además de los suministros del territorio “civilizado” allende el río. Se cortaba el junco multiuso para tapizar habitaciones, veredas y callejuelas, se sacaba pozos abiertos en la arena el agua indispensable para asegurar higiene, se buscaba la leña para cocinar, traída desde el monte criollo.
Faroles de todo tipo iluminaban a media luz, pues eran tiempos del más terrible conflicto armado producido en el planeta, la guerra que envolvió a todas las naciones en la década del 40.
Emigrantes de origen europeo encontraron paz en Jaureguiberry y reforzaron la calidad fraterna y alegre del poblado. Miguel líder indiscutido cual profeta conduciendo a su pueblo, distante de las autoridades, jueces y reyertas.
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