A descolgar, a descolgar
URUGUAY, CANELONES, Juanicó (www.elcorresponsal.com.uy) por Dr. Fernando Lúquez Cilintano En algunas esquinas ya, no sólo de Montevideo, sino de diversas ciudades del país, he visto pender de cables o hilos que cruzan la calle, zapatos u otros calzados con apariencia de uso. Me pregunté, alguna vez: ¿Qué función cumplía esa suerte de vidriera aérea? La respuesta fue inmediata: tal “exposición” marca un territorio que tiene por “jurisdicción” a una boca de venta de pasta base. Sí. Ese execrable veneno hijo de la peor crisis social que le toca vivir al Río de la Plata.
Ese maldito veneno que atrofia primero y mata después a inocentes, hijos –los muchos- de la marginalidad cultural que vive el Uruguay post crisis 2002. Ningún gobierno ha logrado hincarle el diente al peor flagelo social con el que nos toca convivir a diario.
La marginalidad cultural, es decir, el aislamiento de un sector de la sociedad, del acceso a los bienes y servicios que, el grueso de la población nacional recibe, no es un problema territorial sino de exclusión, por distintos factores. Es claro que, los primeros son de carácter económico; ello principia, con la génesis de los asentamientos, la creciente migración campo-ciudad de otrora fue, engrosando un cinturón o anillo a las márgenes de la ciudad de Montevideo, metrópoli oriental que no supo jamás atender uno de sus mayores dramas demográficos: la macrocefalía.
De todas maneras, más allá de lo recientemente expresado, y volviendo a lo del título, las bocas de pasta base, son recovecos que fomentan la muerte, la destrucción de adolescentes y, a veces, niños que caen en sus garras que devoran mentes y cuerpos, destruyen espíritus. La pasta base, como la más execrable de todas las drogas, se escurre como agua entre las manos del Estado. Los zapatos siguen colgados, dando una señal de territorio dominado por una contracultura del disvalor.
El sentimiento de familia o el respeto al vecino, a mantener un orden de convivencia, alejado al vandalismo y a la delincuencia, en ese territorio empieza a perderse hasta anularse. Esta opinión personal, pretende hacernos ver una cruel realidad que nos acecha y nos debe comprometer a todos en la lucha del mal, sólo contra él, y no encarnar en sus víctimas el origen y causa del azote que nos toca padecer.
Quienes tenemos el discernimiento claro, con la serenidad y convicción que las causas nobles nos provee, debemos generar los cambios necesarios para atacar al mal que se encarna en lo que el gobierno no ha logrado abordar: empezar por descolgar los zapatos.
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