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EL CORRESPONSAL

Albín, el jugador uruguayo de Boca Junior, es un canario sauceño.

Albín, el jugador uruguayo de Boca Junior, es un canario sauceño.

ARGENTINA, Buenos Aires, por Sebastian Varela Del Rio A los 23 años, llegó de Peñarol después de estar en los Juegos Olímpicos. Mientras se adapta a la ciudad, tiene otra gran chance. Haga el ejercicio mental de pensar en Santiago Silva caminando en pleno centro. O Rolando Schiavi paseando por la city porteña. Ni hablar de Lucas Viatri o de Walter Erviti. Pues bien, Emiliano Albín (23), el lateral que será titular el domingo en el equipo de Julio Falcioni, transita las calles más concurridas de la ciudad en su día a día. Y convive con el -todavía- confortable anonimato.

Detrás suyo hay una historia. Así es el nuevo personaje de la banda derecha de Boca.
Albín marcha por la calle Tacuarí hasta el número 243. Igual que cada tarde, el uruguayo ingresa por la puerta principal del hotel Boca, lugar en el que todavía se aloja. Mientras, busca una casa para alquilar.

Acomodarse en la nueva ciudad es una prioridad.

La familia Albín es originaria de Sauce, un pueblito de 6.000 habitantes en el departamento de Canelones.

Allí, Emiliano comenzó su historia con el fútbol. Claro, jugaba de delantero en el club Artigas. El destino le tendría preparadas dos grandes ciudades por delante. Y un cambio de vida que no esperaba. 

Se mudó a Montevideo, porque lo esperaba la carrera de Agronomía. Albín es un gran aficionado a los caballos y monta cuando puede por los campos uruguayos. Sin embargo, una prueba en Peñarol modificó su plan inicial. 

Rápidamente, fue sensación en la cuarta del carbonero . Salió campeón y fue citado a la Primera. El resto de su relato futbolero lo tuvo festejando un título en la máxima categoría con su equipo.

Albín fue parte de la delegación uruguaya en los Juegos Olímpicos de Londres. Se sacó fotos como un chico con los grandes deportistas que admiraba desde su Sauce natal. Kobe Bryant y Usain Bolt fueron el objetivo. Cuentan que en su habitación sonaba una y otra vez la banda No Te Va Gustar, de la cual es fanático.

En julio comenzó a circular su nombre por Casa Amarilla. La incertidumbre sobre el pase hizo que Albín se despidiera de sus compañeros de Peñarol un viernes y al lunes siguiente volviera a entrenarse al mismo lugar en el medio de muchas bromas.
“Tengo muchas cosas para aprender de Ibarra. El iba al ataque muy bien. Pero no vengo a suplantarlo”, dice. Se presentó en sociedad con actuaciones para ilusionar. Desde Uruguay hasta La Boca.

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