El turismo en Jaureguiberry visto por los que viven allí
JAUREGUIBERRY (2499) Por Silos Piedracueva Azpiroz. La Intendencia de Canelones no ha podido estudiar temas de una pequeña población de 400 habitantes, residentes estables en la localidad de Jaureguiberry. La Administración ubicada a 100 kilómetros de distancia del Río de la Plata, queda absorbida por temas interiores, una campaña poblada, rica, y centros comerciales e industriales populosos. La costa de Canelones, potencialmente fuerte, sólo cuenta con la quinta parte de la población.
Funcionarios municipales, en este momento, pretenden aumentar la masa habitual de turistas de verano, elevando la cifra en mil o dos mil veraneantes. Una definición turística básica, previene contra la invasión masiva de personas. La multitud frecuentemente depreda.
Fueron aniquiladas las bellezas de Lagomar, El Pinar, Pinamar. Luego del deterioro, el turismo se desplaza, en la larga carrera hacia el este. Uruguay tiene reservas costeras casi infinitas, pero la reparación indispensable de costas perdidas, insume recursos. El Proyecto de Recuperación de la Ciudad de la Costa, según Colacce, está listo, insumirá enormes inversiones, y ya ha requerido estudios académicos costosos durante tres años. El turismo posible, parte de la conservación. Una isla brasileña es protegida, admite una cantidad determinada de visitantes diariamente, pagan el derecho, y no hay excepciones.
En Francia, la playa de Saint Jean de Lux sigue invicta tras un siglo de uso. Está bordeada con tamarindos, tal como lo hizo don Miguel en su balneario. Francia sostiene turismo en todo el territorio, tal vez cuente con cien millones de turistas cada año. Cada lugar es preservado rigurosamente.
Los habitantes de Jaureguiberry parecen anti-sociales, pero en realidad defienden el futuro, defienden sus costas. Ni Canelones, ni el Ministerio han podido agendar el tema Jaureguiberry. Si se destruyen totalmente las costas, no habrá turismo para nadie. Los exigentes postulantes de hoy, abandonarán rápidamente las ruinas, en busca de nuevos horizonte. Miguel, el fundador, fue sabio naturalista, conoció las debilidades. Estableció el Parque Balneario Jaureguiberry a la edad de 64 años, con la idea de una obra maestra. Había que domar las arenas, como dijo en su momento el trabajador vecino Leopoldo Salsamendi.
En un enorme desierto de arena de mil hectáreas construyó un Parque, creó una comunidad consustanciada con el ideario conservacionista. Si hubiera actuado en otro país, sería mirado como héroe por los lectores uruguayos. Fundó el poblado sobre dos principios conservacionistas: elevó el nivel de los médanos costeros, mediante acumulación de masas de arena, e implantó vegetación firme sobre tales médanos.
Combinó acacias trinervis, muy rústicas, tamarindos, pinos, y varias plantas rastreras, fijadoras de arenas. Completó las defensas, formando faja defensiva de pinos marítimos, paralela a la costa. El llamado Parque Balneario padece de debilidad geológica.
El subsuelo no tiene firmeza, a falta de fondo rocoso. Otros balnearios, Cuchilla Alta, Santa Lucía del Este y Piriápolis, todos cercanos, están apoyados en formidables masas de piedra. Soportan el embate de mar y de vientos con el vigor de los gigantes. El Parque Balneario Jaureguiberry , por el contrario, ha retrocedido siempre, en el transcurso de los siglos. Hace algunos años comenzó el período de deterioro acelerado de las costas sobre el Río de la Plata.
La dotación mayor de visitantes, con motivo de instalarse cinco colonias gremiales, fue seguida de desastres ecológicos del 2005. Un temporal desvastador, en agosto, un incendio, el mayor de la historia local, en noviembre. Fue extinguida la vegetación costera (R.de la Plata) y también al interior del balneario.
El Parque Balneario está desolado en el 2009, y desprotegido frente al mar. Es un balneario en riesgo, en riesgo creciente, en la medida de castigos mayores por el cambio climático. Los visitantes de verano aceleran el deterioro, por el pisoteo de arenas y destrucción de vegetación renovada. Hay exceso de visitantes, ya, visible desde la temporada del año 2006.
Solución inteligente, sería disminuir el número de visitantes mientras se encaran tareas de recuperación. Vecinos de Jaureguiberry hacemos algo, poco, para restablecer defensas. Los funcionarios de la Intendencia, hacen mucho menos, casi nada. La idea de agregar visitantes, incorporando nuevas colonias, o ampliando las existentes, obliga a la reacción airada de los vecinos. Es evidente el estado de ignorancia de algunos funcionarios.
En documentos oficiales, dice la Junta local de Floresta que “es voluntad del Intendente habilitar nuevas colonias”. Nos causa estupor la propuesta. Cabe pensar en errores de asesoramiento. También caben otras reflexiones. Los espacios públicos constituyen capital de cada comunidad organizada. Sobre ellos gira la vida comunitaria, paseos, localización de deportes, el embellecimiento del paisaje.
¿ Quién tiene autoridad para frustrar el destino de una población ?
En el caso Jaureguiberry, la localidad nació por inversión privada de don Miguel. El Estado no puso un peso. Don Miguel destacó en un folleto titulado “A los gobiernos del futuro”, lo mejor de su proyecto.
Dice haber dejado amplios espacios para obras futuras, sin necesidad de expropiaciones por parte del Estado, como simple cooperación de la empresa privada con el bien común. ¿ Sirve a un país, aplastar derechos de pequeñas comunidades, y peor aún, burlando la voluntad de un sabio generoso ? CI 2 027 875-2
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